teatro de la risa
El teatro de la risa
El kyōgen es el teatro cómico tradicional que sirve de contrapeso al nō, si bien ambos tienen mucho en común y, a menudo, los mismos actores cómicos de kyōgen actúan en obras de nō y viceversa. En el caso del kyōgen, sin embargo, se enfatiza el diálogo por encima de la música: un diálogo que recitan modulando la voz de manera exagerada (nada que ver con el soporífero tono del kabuki y el nō), ante lo que el espectador primerizo apenas puede ahogar la risa.
Especialmente divertido por los cambios de voz de los actores y las locas historias que cuentan: kyōgen
Además del tradicional kyōgen, existen dos géneros cómicos en la actualidad también dignos de mención: son el rakugo y el manzai, a menudo representados en los teatros de variedades llamados yose.
El manzai se basa en los diálogos tronchantes que sostienen los dos (a veces tres) protagonistas en escena. A estos cómicos se les llama manzaishi y, entre el listo (tsukkomi) y el tonto (boke), arrancan la sonrisa a cualquiera. Para ello utilizan todas sus armas: diálogo, tono de voz, expresión de cara, gestos descabellados, tortazos. Muchas familias van a ver manzai durante los tres días festivos de Año Nuevo y, si jamás tienes la oportunidad, buenos lugares para hacerlo son los teatros Grand Kagetsu, Nichōme o Naniwa-za, todos ellos en Osaka, donde actúan algunos de los mejores actores de manzai del país. Este tipo de humor, algo simplista y muy cotidiano, casa a la perfección con el carácter desenfadado de la gente de la zona de Kansai.
Los monólogos de rakugo, como nuestros cómicos de siempre
El rakugo, por su parte, se basa en monólogos cómicos cuyos orígenes se remontan al s. XVII. Los profesionales se visten con el tradicional kimono y se sientan de rodillas (zazen) sobre pequeños cojines en el escenario. Dicen que llegar a actor de rakugo requiere años de preparación junto a un profesional. Entre otras habilidades, el actor de rakugo aprende a cambiar la voz según el personaje al que interpreta y a manejar el abanico y otros instrumentos con los que amenizar sus historias.
El kyōgen es el teatro cómico tradicional que sirve de contrapeso al nō, si bien ambos tienen mucho en común y, a menudo, los mismos actores cómicos de kyōgen actúan en obras de nō y viceversa. En el caso del kyōgen, sin embargo, se enfatiza el diálogo por encima de la música: un diálogo que recitan modulando la voz de manera exagerada (nada que ver con el soporífero tono del kabuki y el nō), ante lo que el espectador primerizo apenas puede ahogar la risa.
Especialmente divertido por los cambios de voz de los actores y las locas historias que cuentan: kyōgen
Además del tradicional kyōgen, existen dos géneros cómicos en la actualidad también dignos de mención: son el rakugo y el manzai, a menudo representados en los teatros de variedades llamados yose.
El manzai se basa en los diálogos tronchantes que sostienen los dos (a veces tres) protagonistas en escena. A estos cómicos se les llama manzaishi y, entre el listo (tsukkomi) y el tonto (boke), arrancan la sonrisa a cualquiera. Para ello utilizan todas sus armas: diálogo, tono de voz, expresión de cara, gestos descabellados, tortazos. Muchas familias van a ver manzai durante los tres días festivos de Año Nuevo y, si jamás tienes la oportunidad, buenos lugares para hacerlo son los teatros Grand Kagetsu, Nichōme o Naniwa-za, todos ellos en Osaka, donde actúan algunos de los mejores actores de manzai del país. Este tipo de humor, algo simplista y muy cotidiano, casa a la perfección con el carácter desenfadado de la gente de la zona de Kansai.
Los monólogos de rakugo, como nuestros cómicos de siempre
El rakugo, por su parte, se basa en monólogos cómicos cuyos orígenes se remontan al s. XVII. Los profesionales se visten con el tradicional kimono y se sientan de rodillas (zazen) sobre pequeños cojines en el escenario. Dicen que llegar a actor de rakugo requiere años de preparación junto a un profesional. Entre otras habilidades, el actor de rakugo aprende a cambiar la voz según el personaje al que interpreta y a manejar el abanico y otros instrumentos con los que amenizar sus historias.
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