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FEDERICO GARCIA LORCA

FEDERICO GARCIA LORCA «Yo nunca seré político. Yo soy revolucionario porque no hay verdadero poeta que no sea revolucionario»

Federico García Lorca nació el 5 de junio de 1898 en Fuentevaqueros, un pequeño pueblo de la vega granadina, hijo de un hacendado agrícola, y una maestra que le enseñó las primeras letras.

Desde muy pequeño manifestó un enorme interés por las canciones y juegos infantiles populares de la época, inspirados en la cultura de los sirvientes, criadas y jornaleros de su pueblo. Sobre esas primeras experiencias infantiles, García Lorca se manifestaría ya de adulto, en relación a la tristeza y melancolía de las nanas españolas, diciendo: Son las pobres mujeres las que dan a los hijos ese pan melancólico y son ellas las que lo llevan a las casas ricas. El niño rico tiene la nana de la mujer pobre que le da al mismo tiempo, en su cándida leche silvestre, la médula del país. Lorca asimiló la rica e inagotable cultura popular y luego la pulió y elevó en un estilo depurado, al calor de las tendencias más vanguardistas del momento.

En 1914 empieza sus estudios (derecho, filosofía y letras) en la Universidad de Granada y los compagina con lecciones de guitarra y piano. Se inscribe en el centro artístico de Granada y frecuenta la tertulia El Rinconcillo en el Café Alameda.

Ante todo Federico García Lorca fue un artista completo, interesado por todas las facetas de la creatividad humana: poesía, teatro, música, dibujo...

Con su profesor Martín Domínguez Berrueta viaja por Baeza, Úbeda, Córdoba, Ronda y luego por toda España, descubriendo los tesoros culturales del país e interesándose por las tradiciones antiguas y las costumbres populares, que siempre combinó con las formas artísticas más modernas.

En 1917 se inicia su amistad con el compositor Manuel de Falla con quien organiza en 1922 en Granada el I Concurso de Cante Jondo, otro ejemplo de su interés por las tradiciones populares. Lorca asume la responsabilidad de divulgador del concurso, para lo cual imparte conferencias divulgativas en las que pide al pueblo su participación, por deber de ciudadanía, e insta a que se haga un esfuerzo por rescatar el primitivo canto andaluz de las profundidades del descrédito al que había estado destinado. También invita a los poetas de llamada generación del 27 a reflexionar sobre la incompetencia cultural que había relegado el cante: Mientras que Rusia ardía en amor a lo popular y en Francia temblaba la ola del impresionismo, en España, país casi único en tradiciones y bellezas populares, era cosa ya de baja estofa la guitarra y el cante jondo. A los gitanos debemos la creación de estos cantos, alma de nuestra alma... la construcción de estos cauces líricos por donde se escapan todos los dolores y los gestos rituarios de la raza. Y son estos cantes, señores, los que desde el último tercio del siglo pasado y lo que llevamos de este, se ha pretendido encerrar en las tabernas malolientes o en las mancebías.

En 1919 se traslada a Madrid para continuar sus estudios. Si Andalucía aporta a Lorca la tradición popular, Madrid le transmite las novedades formales que llegan del extranjero. Allí conoce, entre otros, al poeta Juan Ramón Jiménez y al cineasta Luis Buñuel, muy influido por el surrealismo. Durante ese período, intima también con Salvador Dalí.

En la capital escribe sus primeras obras literarias, el Libro de poemas en 1921, y su primera obra de teatro, Mariana Pineda, que comienza a redactar en 1923.

Aunque publicada en 1931 es una obra fundamental redactada en esta primera época el Poema del cante jondo, cuyo núcleo central lo constituye el profundo dramatismo de la canción andaluza, sobre la que García Lorca proyecta su dolor de vivir. Dos poemas del cante jondo (De profundis y Malagueña) serán utilizados por el compositor soviético Dimitri Shostakovich, en su XIV sinfonía, un ciclo de canciones sobre la muerte.

En el verano de 1926 escribe en Granada la pieza teatral La zapatera prodigiosa y al año siguiente publica su libro Canciones en las Ediciones Litoral que dirigen sus amigos Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Estos primeros libros de poemas, aunque en contacto con el ultraísmo y la poesía pura, tienen un fuerte sabor nacional, andaluz, y una clara influencia de la lírica popular tradicional.

En enero de 1925 Federico terminó de retocar su drama Mariana Pineda, un homenaje a la heroína popular, a la gran revolucionaria granadina que hasta su último aliento combatió la tiranía. Y en 1927, nada menos que en plena dictadura del general Primo de Rivera, se propone estrenar el drama, un ataque frontal al régimen entonces existente en España. La pieza es un canto a la libertad y al amor. Desde la infancia la heroina era una de las grandes obsesiones del poeta. En Granada los niños cantaban en sus juegos las coplas populares que glosaban la vida de la legendaria luchadora:

Oh, qué día tan triste en Granada
que a las piedras hacía llorar
al ver que Marianita se muere
en cadalso, por no declarar.
En Granada Federico vivía cerca de la Plaza Mariana Pineda, presidida por un monumento a aquella mujer excepcional y en el Ayuntamiento había un gran retrato de su marcha hacia el patíbulo. El poeta no podía dejar de preocuparse por conocer a fondo la historia de la mártir, en la que encontró una maravilla de mujer, un prototipo de honestidad y coraje político.
El 24 de junio de 1927 la compañía de Margarita Xirgú estrenó el drama en el Teatro Goya de Barcelona, con decorados y trajes de Salvador Dalí. La obra no obtuvo el eco esperado y apenas duró una semana en cartel. Pero el 12 de octubre la misma compañía estrena la obra en el Teatro Fontalba de Madrid, esta vez con un extraordinario éxito de crítica y público.

Con motivo del tricentenario de la muerte de Góngora, se celebra, en el mes de diciembre en Sevilla, una lectura de poemas de los poetas de su generación. El año anterior ya había leido en el Ateneo de Granada, su conferencia sobre La imagen poética de don Luis de Góngora. El viaje a Sevilla, que se ha hecho luego tan célebre por agrupar a los poetas más jóvenes de aquel momento, definidos desde entonces como Generación del 27, se realizó por invitación de Ateneo. Entonces el más conocido era Federico, pero junto a él estaban Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, José Bergamín y otros, como el gran poeta local Luis Cernuda, que entonces aún no había publicado nada y que conoció por vez primera a Federico, entablándose entre ambos una intensa amistad entre ambos poetas andaluces.

No había mucho público en el local de Ateneo, pero Federico tuvo otro enorme éxito, jaleado como un torero -en expresión de Cernuda- al terminar de leer algunos de sus romances gitanos, aún inéditos.

De Sevilla se traslada a su Granada natal, donde en febrero de 1928 crea una revista literaria, Gallo de la que publicó dos números que armarán mucho ruido en el mundo cultural. El segundo número, aparecido en abril, contenía un Manifesto anti-artístico catalán firmado por Salvador Dalí y dos textos de Federico: La doncella, el marinero y el estudiante y El paseo de Buster Keaton.

Aunque comenzó a redactarlo en 1924, aquel mes de abril de 1928 apareció su Romancero gitano, un poemario cumbre de toda la literatura universal. Compuesta por 18 poemas que oscilan entre los 36 y los 124 versos, en ellos se funden los motivos populares y el simbólismo más refinado, lo narrativo con lo lírico sobre la base de los romances castellanos tradicionales. La obra ya era famosa antes de publicarse y la edición se agotó en pocos meses, aunque el poeta dijo que mi libro no lo han entendido los putrefactos porque la visión del mundo andaluz que ofrece García Lorca en esta obra está cargada de dramatismo. Lorca estiliza magistralmente los elementos populares a través de unas imágenes de brillante colorido y musicalidad, alcanza una enorme calidad poética al tratar los temas eternos de la poesía: la pasión sexual, la vida y la muerte.

En noviembre de 1928 Federico García Lorca se instala en Madrid donde sigue dando conferencias y redacta la farsa Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín que pronto se estrena.

Pero por aquella época, él, un hombre alegre y jovial como pocos, atraviesa una profunda depresión a consecuencia de un desengaño sentimental. Siente la necesidad de salir al extranjero y Fernando de los Ríos le ofrece la oportunidad de acompañarle en un viaje a Estados Unidos: Nueva York me parece horrible pero por eso mismo me voy allí, escribirá. Al terminar sus estudios a finales de mayo de 1929, sale hacia París y Londres hasta que, a finales de junio, llega a América. Imparte conferencias en la Universidad de Columbia de Nueva York, pero no aprende ni una palabra de inglés. Ni la inhóspita ciudad ni sus impresionantes rascacielos impresionan a Lorca que, tras la fachada, descubre el trasfondo trágico de sus habitantes, su angustia y su soledad, el miedo del hombre acorralado por la voracidad capitalista. Otra vez encuentra en los oprimidos, esta vez los negros de Harlem, el eje espiritual de aquella América. En ellos halla lo más espiritual y lo más delicado de aquel mundo [...] porque creen, porque esperan, porque cantan y porque tienen una exquisita pereza religiosa que los salva de todos los peligrosos afanes actuales [...] El negro, que está tan cerca de la naturaleza humana pura y de la otra naturaleza. ¡Ese negro que se saca música hasta de los bolsillos! Fuera del arte negro no queda en los Estados Unidos más que mecánica y automatismo.

Los poemas de ese período están reunidos en Poeta en Nueva York, publicado tras su muerte en 1940, donde Federico García Lorca adopta la técnica surrealista para expresar su rechazo por la civilización capitalista, por las sociedades industrializadas, deshumanizadas, insolidarias y promotoras de injusticias sociales. En la gran metrópoli ve el gigantismo, la mecanización, la incomunicación, la abigarrada mezcla de pueblos. Para enfrentarse con ella, desarrolla un nuevo estilo, el surrealismo y no quiere permanecer impasible sino perfila su propio alineamiento. Poeta en Nueva York es ante todo un libro de protesta y de reivindicación social. Se trata, no obstante, de una obra hermética, en la que además el poeta se manifiesta abierta y contundentemente a favor de los oprimidos.

Cuando llevaba un año cansado de Estados Unidos, le llegó muy oportunamente una invitación de la Institución Hispano-Cubana de Cultura para impartir varias conferencias en la isla. En la primavera de 1930 sale para La Habana que, a diferencia de Nueva York, le sedujo desde el primer momento y en la que reencontró sus raíces hispanas, especialmente la cálida atmósfera del trópico, el color tostado de las gentes, la luz salvaje y la sensualidad pagana. Los poetas cubanos de la revista Avance -Nicolás Guillén, Juan Marinello, Jorge Manach, Eugenio Florit, Emilio Ballagas- le acogieron con entusiasmo. Vivió algún tiempo en casa de la gran poetisa Dulce María Loynaz, donde empezó a escribir dos piezas teatrales, El Público y Así que pasen cinco años.

A finales del verano de 1930 regresa a España. Da los últimos retoques a Ls zapatera prodigiosa, que estrena la compañía teatral de Margarita Xirgú el 24 de diciembre de 1930 en Madrid, que se mantuvo poco tiempo en cartel. En marzo del año siguiente lee por primera vez algunos poemas de Poeta en Nueva York y en mayo se publica su genial Poema del cante jondo, que tuvo un cierto éxito popular.

En abril de 1931, en medio del entusiasmo popular, llega a España la República que, con el apoyo de la intelectualidad avanzada, desplegó una intensa actividad para acercar la cultura a las masas populares. Los intelectuales progresistas se funden con los obreros y campesinos. Había que ir en busca de un cierto tipo de público que no acudía habitualmente a los teatros porque carecía de recursos para pagarse la entrada. Ese era el público que perseguía Federico García Lorca: El público de obreros, gente sencilla de los pueblos... y estudiantes y gentes que trabajan y estudian. A los señoritos y a los elegantes, sin nada dentro, a esos no les gusta mucho, ni nos importa a nosotros. Con el apoyo de Fernando de los Ríos, ministro de Educación, Federico Garcia Lorca crea el teatro universitario ambulante La Barraca con el que montan obras del teatro clásico español. La primera actuación tiene lugar en julio de 1932 en Burgo de Osma, donde representantan dos entremeses de Cervantes. Esta fue una de las preocupaciones constantes de Lorca: acercar la cultura, y el teatro en particular, a las gentes del pueblo en las que se inspiraba. Como él mismo reconoció: El teatro es algo muy serio... si el teatro está en decadencia, para volver a adquirir su fuerza debe volver al pueblo del que se ha apartado. Además, el teatro es cosa de poetas... Sin sentido trágico no hay teatro... y el pueblo sabe mucho de eso. El pueblo es el origen y el destino de la cultura, lo que le lleva a Lorca a criticar fulminantemente la tesis del arte por el arte:

Ese concepto del arte por el arte es una cosa que sería cruel si no fuera afortunamdamente cursi. Ningún hombre verdadero cree ya en esa zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo. En este momento dramático del mundo el artista debe llorar y reír con us pueblo. Hay que dejar el ramo de azuzenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los buscan las azuzenas.
Las representaciones de La Barraca en Madrid en el paraninfo de la universidad son un clamoroso éxito. Por eso en la primavera de 1933 colabora con Pura Ucelay en la creación de los Clubs Teatrales con el mismo objetivo de poner el teatro al alcance de todo el pueblo trabajador.
El 8 de marzo de 1933 Lorca obtiene un éxito clamoroso en el estreno de Bodas de sangre ante la plana mayor de la intelectualidad madrileña en el Teatro Beatriz.

El 13 de octubre de aquel mismo año desembarca en Buenos Aires para dar conferencias y asisitir al clamoroso éxito que allí obtiene también Bodas de sangre, estrenada por la compañía de Lola Membribes que alcanzó las cien representaciones. En la capital porteña se le rinde un homenaje y concede numerosas entrevistas. Tras el éxito de Bodas de sangre Lola Membrives estrena en diciembre La zapatera prodigiosa y en enero Mariana Pineda.

De Buenos Aires se traslada Montevideo; su fama recorre ya todo el mundo.

El 27 de marzo regresa a Madrid donde se reencuentra con Pablo Neruda, a quien había conocido en Buenos Aires, trabando entre ambos una sólida amistad. Trabaja intensamente en Yerma y en Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores a la que calificó como el drama de la cursilería española, de la mojitaería española que había concebido en 1924 como retrato de la mujer que se queda para vestir santos. Al mismo tiempo representa con La Barraca. En una de estas representaciones en Santander le llega la trágica noticia de la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías, muerto el 11 de agosto de 1934 en la plaza de Manzanares (Madrid), en cuya memoria escribe una sentía elegía, uno de sus mejores poemas, su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. El poema es un largo y sentido lamento dividido en cuatro partes, en el que de nuevo se funden los elementos populares y tradicionales con los cultos y vanguardistas con una intensa fuerza dramática.

Diciembre de 1934 se termina para Lorca con el estreno por Margarita Xirgú de Yerma en medio de una manifestación de protesta orquestada por los fascistas contra la gran actriz, que se había manifestado públicamente a favor de la República y no ocultaba sus simpatías hacia Manuel Azaña. El éxito fue tremendo, manteniéndose en cartel durante varios meses. Al cumplrse cien representaciones se le rindió un homenaje a Lorca en la función de noche en la que éste recitó su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.

De 1935 son, asimismo, El diván de Tamarit y los once Sonetos del amor oscuro, que completan su obra lírica.

En febrero de 1936 participa en los actos políticos a favor del Frente Popular, demostrando que su alineamiento no era sólo sobre el papel. Aprovecha un viaje a Barcelona para asistir en el Olimpia a un acto de homenaje a los presos políticos. En la ciudad condal dedica una de las representaciones de Doña Rosita a las floristas de Las Ramblas, esas mujeres de risa franca y manos mojadas donde tiembla de cuando en cuando el diminuto rubí causado por la espina. Lorca toma partido decididamente, como reconoció abiertamente en diciembre de 1934 en una entrevista concedida al diario madrileño El Sol:

Yo espero para el teatro la llegada de la luz de arriba simpre, del paraíso. En cuanto los de arriba bajen al patio de butacas todo estrá resuelto... Hay millones de hombres que no han visto teatro. Ah, y cómo saben verlo cuando lo ven.
Yo en este mundo siempre soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega. Nosotros (me refiero a los hombres de significación intelectual y educados en el ambiente medio de las clases que podemos llamar acomodadas) estamos llamados al sacrificio. Aceptémoslo. En el mundo ya no luchan fuerzas humanas, sino telúricas. A mi me ponen en una balanza el resultado de esta lucha: aquí tu dolor y tu sacrificio, aquí la justicia para todos, aún con la angustia del tránsito hacia el futuro que ya se presiente pero se desconoce, y descargo el puño con fuerza en este platillo.

Participa en un homenaje a Rafael Alberti cuando éste regresa de la Unión Soviética en el que lee un manifiesto de los escritores españoles contra el fascismo. El 1 de abril firma otro manifiesto exigiendo la liberación del dirigente comunista brasileño Luis Carlos Prestes
Los fascistas no olvidaron sus posiciones a favor de los oprimidos. El 13 de julio de 1936 García Lorca se traslada de Madrid a Granada, donde le sorprende el levantamiento militar. Allí es detenido por los fascistas el 17 de agosto, que lo asesinan cobardemente dos dias después en Víznar (Granada) arrojando su cadáver en algún barranco de Sierra Nevada.

El teatro de Lorca
García Lorca es un dramaturgo excepcional. Junto al de Valle-Inclán, su teatro es el más importante escrito en castellano durante el siglo XX.
Ecribió un teatro de sabor antiguo (temas de fatalismo griego con acre sabor de la Andalucía trágica) y muy moderno a la vez, con una gama muy variada de símbolos y personajes fantásticos como la muerte y la luna, lírico, en ocasiones, con un sentido profundo de las fuerzas de la naturaleza y de la vida. En todas ellas hay una intensa fuerza dramática que confiere a los personajes, ambientes y conflictos una innegable dimensión real.

Entre sus farsas, escritas de 1921 a 1928, destacan la Tragicomedia de don Cristóbal y el Retablillo de don Cristóbal, piezas de guiñol. También pertenece a la categoría de farsa Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín.

También escribió dos dramas con un cierto sabor modernista, El maleficio de la mariposa (1920) y Mariana Pineda (1927), que constituyó su primer gran éxito teatral.

La elección de este personaje lo dice todo acerca del alineamiento político de Lorca. Se trata de una heroína, también oriunda de Granada, que combatió al absolutismo borbónico y murió a los 26 años el 26 de mayo de 1831 bajo el garrote vil por no delatar a sus compañeros. Fue la gran leyenda de la causa revolucionaria del siglo XIX que García Lorca sacó de los romances populares e inmortalizó en el teatro.

En 1930 escribió La zapatera prodigiosa, una obra de ambiente andaluz que enfrenta la realidad con la imaginación, y dos dramas calificados como irrepresentables, El público y Así que pasen cinco años, obras complejas con influencia del psicoanálisis, que ponen en escena el mismo hecho teatral, la revolución y la homosexualidad, a partir de un complejo sistema de correspondencias.

En Doña Rosita la soltera, escrita en 1935, aborda el problema de la solterona española, algo que también aparece en La casa de Bernarda Alba, concluida en junio de 1936, y que la crítica suele considerar la obra fundamental de Lorca.

Bodas de sangre
Fue escrita por Lorca en 1932. Es un drama en tres actos basada en una noticia publicada en julio de 1928 en El Defensor del Pueblo de Granada. Le debió causar gran impacto la noticia, no solamente por sus elementos costumbristas (navaja, odio entre familias) sino su fondo social, de tal modo que desde 1928 a 1933 fue gestando sin prisas, una historia perfecta, hasta darle forma de tragedia y poesía, envuelta en el misterio.
La obra narra el amor entre un hombre, Leonardo, y una mujer que habían sido novios pero que no pudieron casarse por su diverso origen de clase. Luego él se casa con otra mujer, tuvo hijos y ella se iba a casar con otro hombre. Cuando la boda se acababa de celebrar, Leonardo se escapa con su viejo amor montados en un caballo, y le canta:

Vamos al rincón oscuro
donde yo siempre te quiera
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.
Pero el novio, acompañado de algunos invitados a la boda, salen a perseguirlos por el bosque, momento en el que se despierta la Mendiga, que es la muerte, y aparece también la luna cantando y bailando. Todos ellos se unen a la persecución de los dos amantes, los encuentran y matan a Leonardo, aunque el novio muere también. En el ultimo cuadro la novia acude a casa de la madre del novio dolida por lo sucedido y le pide que la mate, pero la madre rehúsa hacerlo.
En la obra aparecen los contrastes típicos de toda la obra de Lorca: el duro secano con el bosque frondoso y onírico, los impulsos individuales y la severa moral dominante, la boda y la sangre, la vida y la muerte. Siempre polos opuestos pero muy próximos y enfrentados.

También están sus símbolos más característicos: el agua, el caballo, la sangre, la navaja y, por supuesto, todo un desfile de personajes femeninos perfectamente perfilados. Salvo Leonardo, los personajes carecen de nombre propio (La Novia, La Suegra, etc.), y no faltan algunos abstractos (la Muerte como mendiga y la Luna como leñador joven con la cara blanca). En la obra resaltan los poemas líricos, cantados por personajes secundarios de la obra como las Muchachas, la Luna, la Suegra, etc.

El gran personaje de esta obra es La Madre, que había perdido violentamente a su marido y a un hijo a manos de la familia de Leonardo, que están en la cárcel cumpliendo condena. La Madre presiente que perderá al que le queda el mismo día de su boda, pero no duda en enviar a su hijo tras la venganza, porque por encima de todo siempre está el honor familiar.

Una vez más Lorca expone su tesis de que cuando las fuerzas instintivas, generadoras del amor, son sometidas a los códigos sociales, siempre represores, la circunstancia trágica surge inexorablemente. Las sociedad impide que las pasiones humanas broten espontáneamente y, su resultado final es la muerte. Y son los convencionalismos sociales los que frustran la felicidad humana. Leonardo y su antigua novia se casan con parejas a las que no aman, y no pueden vivir juntos porque su posición económica es distinta. Es característico el diálogo de los leñadores en el bosque comentando el suceso:

- Hay que seguir la inclinación: han hecho bien en huir
- Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más
- ¡La sangre!
- Hay que seguir el camino de la sangre
- Pero la sangre que ve la luz se la bebe la tierra
- ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.
Los frutos, así los de la tierra como los del hombre, llegan siempre envueltos en sufrimiento, en medio de lágrimas, y por eso el padre del novio, arquetipo del hacendado orgulloso, dice:
En mi tiempo ni esparto daba esta tierra. Ha sido necesario castigarla y hasta llorarla, para que nos dé algo provechoso.
El análisis social está presente a lo largo de toda la tragedia. Así por ejemplo, alude a un jornalero que ha perdido sus dos brazos a consecuencia de una accidente con una cosechadora mecánica. Y el padre del novio dice desde su posición de propietario de tierras:
Esta tierra necesita brazos que no sean pagados. Hay que sostener una batalla con las malas hierbas, con los cardos, con los pedruscos que salen no se sabe dónde. Y estos brazos tienen que ser de los dueños, que castiguen y que dominen, que hagan brotar las simientes. Se necesitan muchos hijos.
Es la propiedad de la tierra, las relaciones de producción, las que acarrean una sociedad represora, dominadora, que incuba los gérmenes de todos los males.
Yerma
Aunque las primeras noticias de la gestación de esta tragedia son de tres años atrás, antes de emprender su viaje a la Argentina en octubre de 1933, Lorca ya habia escrito los dos primeros actos de Yerma, y a su regreso compuso el resto de la obra, que fue estrenada el 29 de diciembre de 1934 en el teatro Español de Madrid por la compañia de Margarita Xirgú.
A pesar de la acogida hostil de la obra en la prensa reaccionaria de la época, el triunfo teatral fue absoluto. En setiembre de 1935 se estrenó también en Barcelona y se mantuvo en el teatro durante 45 dias.

El manuscrito autógrafo está fechado en la Huerta de San Vicente (la casa de verano que tenia en Granada) el 24 de julio de 1934. El autor se lo regaló a Adolfo Salazar, quien se lo cedió a la poetisa cubana Flor Loynaz, y hoy se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.

Yerma es una tragedia de ambiente rural, cuya protagonista es una mujer ansiosa de ser madre sin conseguirlo por culpa de un marido estéril. La única alternativa que le queda a Yerma es buscar un hombre fértil que la posea fuera del matrimonio pero, una vez más, la moral dominante es inflexible y no se lo permite. Su educación le impone un código de normas que no puede romper por ningún motivo. Su deseo de tener un hijo es inmenso, pero ella no está dispuesta a pasar por encima de sus arraigadas convicciones: Lo primero de mi casta es mi honradez. Las normas sociales se sobreponen a los instintos y no le permiten tener hijos con otro hombre que no sea su marido... mientras éste viva. No le puede engañar, pero le puede matar y le mata.

Como siempre en Lorca, el entorno es opresivo, castrante, aniquilador, pero Yerma forma parte de él. Tiene que tener hijos para cumplir su función como esposa, para ser una mujer completa, como puro resultado de las presiones sociales, nunca por sí misma. Lo único que Yerma desea de su matrimonio es tener un hijo y admite que no siente afecto por su compañero. Tener un hijo no es solamente una obsesión sino que es su única razón para continuar al lado de su esposo. Reconoce: Yo me entregué a mi marido por él [por quedar embarazada], y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme. Incluso su unión conyugal fue resultado de la continuación de la tradición de arreglar los matrimonios.

Yerma está casada pero eso no le quita su soledad. No tiene nadie a quién acudir en demanda de auxilio y se pone en contacto con la Vieja, expresión de la sabiduría y la experiencia. Sin embargo, de nuevo las normas sociales acusan de inmorales a quienes hablan de su sexualidad y la Vieja se muestra renuente a informar a Yerma, y ésta le dice: Las muchachas que se crían en el campo, como yo, tienen cerradas todas las puertas. Todo se vuelven medias palabras, gestos, porque todas estas cosas dicen que no se pueden saber. Y tú también, tú también te callas y te vas con aire de doctora, sabiéndolo todo, pero negándolo a la que se muere de sed.

Su esposo ni puede ni quiere engendrar hijos. Frente al deseo ardiente de Yerma de tener un hijo, el marido le manifiesta indiferencia y frialdad: Sin hijos es la vida más dulce. Yo soy feliz no teniéndolos. No tenemos culpa ninguna. Lorca declaró que su obra no tenía argumento, sino que era el desarrollo de un carácter. Él reconoce que ha obtenido lo que quiere del matrimonio, mientras Yerma no quedará jamás satisfecha; sus expectativas nunca serán cumplidas.

La Casa de Bernarda Alba
El 19 de junio de 1936, en pocos días, Federico García Lorca termina de escribir La Casa de Bernarda Alba, basándose también en el hecho real del enclaustramiento de una madre y varias hijas en una casa de Granada.
La obra no consiguió estrenarse hasta que Margarita Xirgú lo hizo en 1945 en Buenos Aires, y mucho después, en el 1964, se estrenó por primera vez en España.

La obra se sitúa en un pequeño pueblo donde, tras la muerte del segundo esposo de Bernarda Alba, ésta obliga a sus cinco hijas a vivir encerradas durante 8 años velando el luto del difunto. Durante esta época, las hijas no podrán hacer otra cosa más que coser. Según Bernarda, a quién sólo le importa el honor de su familia, esto es lo más apropiado para las mujeres de su clase.

El bastón de Bernarda es quizás el símbolo que mejor proyecta la autoridad y dureza con la que gobierna su casa. El drama comienza cuando las hijas de Bernarda se enamoran de Pepe el Romano, un hermoso joven del pueblo, con quien se compromete Angustias, la hija mayor y la más fea de todas, todo gracias a la herencia de dinero y tierras que ésta ha recibido de su padre, el primer marido de Bernarda.

Pero Adela, la más joven de la hermanas, comienza a verse con Pepe el Romano, rompiendo así con la autoridad de su madre. Los celos y los deseos reprimidos de todas las hermanas tendrán terribles consecuencias, ya que Adela se queda embarazada de Pepe el Romano y pretende fugarse de la casa.

El final trágico de la obra es quizás la única solución a la represión de Bernarda: Adela se suicida.

En esta tragedia el lirismo deja paso al realismo. Ya no hay poesía ni canciones sino una prosa severa para describir la envidia, los celos y el odio las hermanas, el desprecio a las sirvientas, su rencor, la hipocresía, la falsa moral y el silencio con el que comienza y termina la obra. La técnica teatral descansa en unos personajes que se mueven sin que se vean los hilos de su conductor, que proyectan tanto su propio sentir como el ajeno, su propia concepción de los hechos. Es como si cada uno viviera su propia vida.

Bernarda es una mujer reprimida y, por tanto, represora, una mujer inculta, sin recursos intelectuales ni experiencias que la permitan salir de las normas que la han inculcado. No conoce otra forma de actuación, y sin ella se pierde. Tiene sesenta años de soledad, de aislamiento, de frustación vital. Es víctima de una sociedad con la cual ella se identifica, una mujer incapaz de pensar, de imaginar y comprender. Representa a la sociedad y, lo mismo que ella, tiene también una férrea voluntad de dominio sobre las personas, un poder absoluto de mandato, llevado al extremo. Personifica la tiranía doméstica, a su vez manifestación de la tiranía social.

El conflicto estalla ante la inhumana opresión del ímpetu juvenil, de las ansias vitales de amor y libertad. Pero las hijas no son las pobres víctimas de una fuerza represora. Son mujeres al igual que Bernarda, incultas e insolidarias, aferradas a una situación cómoda que les permite subsistir sin problemas materiales, que reduce sus inquietudes y limita sus posibilidades. Ningún candado cierra la puerta de la casa; nada les impide marcharse de ella. Sólo el miedo a cambiar, a enfrentarse a otra manera de vivir, de pensar y de actuar. Su única salida es el hombre. El hombre como solución. El matrimonio o la prostitución. Que alguien decida por ellas, que alguien las salve, que alguien las marque el camino. Son víctimas de sí mismas, de su situación y verdugos con las demás, unas con otras.

Los demás personajes de la obra colaboran en este organigrama de víctimas-verdugos, salvo Poncia y María Josefa. Poncia no se calla y se rebela ante lo inevitable, pero atada a una fidelidad equívoca, a una situación material necesitada de Bernarda (sus hijos, ella misma) sin posibilidades reales por su extracto social y sus creencias religiosas. Poncia adivina, espía y aconseja dentro de los blancos muros de la limpísima casa.

María Josefa, es libre gracias a su locura, la imaginación atada, la posibilidad perdida, el recuerdo del futuro para cada uno de los personajes. Estéril, pero lúcida, consciente de una realidad palpable. Quiere huir y no puede. Acusa cuando ya es un ser excluído de la sociedad.

Tragedia en tres actos, La Casa de Bernarda Alba ha sido considerada como el drama formalmente más perfecto de todo el teatro español contemporáneo. Está dirigida contra nosotros mismos, contra nuestra cobardía, contra nuestro miedo a cambiar, a lo que no conocemos, a inventar nuevos caminos, a equivocarnos. No somos nosotros mismos porque no nos dejan.

La tensa atmósfera de pasión y tragedia que viven las hijas, la madre y la La figura de Pepe el Romano es símbolo de pasión y de muerte. A su alrededor se agrupan las ansias de impotencia y callados rencores. Más allá, fuera de la casa, hay cantos de los segadores, vientos libres, cielo azul, vida sin trabas.

Hay una clara oposición entre la fuerza de la vida y el amor como elementos generatrices del mundo y las fuerzas negativas, alimentadas por una cadena de perjuicios ancestrales, que se enfrentan en una lucha a muerte. Cuando la fuerza de la sangre y del amor gana terreno, la reacción y la persecución se ciñen sobre ella.

Teatro No

Teatro No El teatro nō

Algunas muestras de máscaras de teatro nō: las hay para todos los géneros y edades.
Pero hay un tipo de teatro todavía más antiguo que el kabuki: el teatro nō. Las primeras representaciones de nō datan del s. XIV y, en sus orígenes, estaban dirigidas a las clases sociales nobles. Otros rasgos distintivos del teatro nō son las máscaras que cubren el rostro de los actores y el escenario en el que actúan, generalmente en el exterior, una estructura muy simple que consta de un techo sobre cuatro columnas y que, a menudo, se encuentra en los terrenos de un templo sintoísta. En el teatro nō se combinan la danza, el drama, la poesía y la música, y esta última adquiere especial relevancia: el coro y los instrumentos tradicionales cobran casi tanto protagonismo como el mismísimo diálogo.

Como en kabuki, los actores hablan en un tono mortalmente monótono que reta al sopor. Y también como en kabuki, la mayoría de actores sobre el escenario son hombres, profesionales de la interpretación que, en muchas ocasiones, se dedican a este arte siguiendo la tradición familiar.

El nō y el kabuki son, al menos una vez, cita obligada para los amantes de la cultura tradicional japonesa: una inmersión profunda en la expresión antigua de esta sociedad que se manifiesta a través de los gestos, las palabras, los silencios y la música. Sin embargo, no nos engañemos: difícilmente podrían ser llamadas “divertidas”. Por eso se han venido desarrollando, desde hace varios siglos, otros tipos de representaciones escénicas.

teatro de la risa

teatro de la risa El teatro de la risa
El kyōgen es el teatro cómico tradicional que sirve de contrapeso al nō, si bien ambos tienen mucho en común y, a menudo, los mismos actores cómicos de kyōgen actúan en obras de nō y viceversa. En el caso del kyōgen, sin embargo, se enfatiza el diálogo por encima de la música: un diálogo que recitan modulando la voz de manera exagerada (nada que ver con el soporífero tono del kabuki y el nō), ante lo que el espectador primerizo apenas puede ahogar la risa.


Especialmente divertido por los cambios de voz de los actores y las locas historias que cuentan: kyōgen

Además del tradicional kyōgen, existen dos géneros cómicos en la actualidad también dignos de mención: son el rakugo y el manzai, a menudo representados en los teatros de variedades llamados yose.

El manzai se basa en los diálogos tronchantes que sostienen los dos (a veces tres) protagonistas en escena. A estos cómicos se les llama manzaishi y, entre el listo (tsukkomi) y el tonto (boke), arrancan la sonrisa a cualquiera. Para ello utilizan todas sus armas: diálogo, tono de voz, expresión de cara, gestos descabellados, tortazos. Muchas familias van a ver manzai durante los tres días festivos de Año Nuevo y, si jamás tienes la oportunidad, buenos lugares para hacerlo son los teatros Grand Kagetsu, Nichōme o Naniwa-za, todos ellos en Osaka, donde actúan algunos de los mejores actores de manzai del país. Este tipo de humor, algo simplista y muy cotidiano, casa a la perfección con el carácter desenfadado de la gente de la zona de Kansai.


Los monólogos de rakugo, como nuestros cómicos de siempre

El rakugo, por su parte, se basa en monólogos cómicos cuyos orígenes se remontan al s. XVII. Los profesionales se visten con el tradicional kimono y se sientan de rodillas (zazen) sobre pequeños cojines en el escenario. Dicen que llegar a actor de rakugo requiere años de preparación junto a un profesional. Entre otras habilidades, el actor de rakugo aprende a cambiar la voz según el personaje al que interpreta y a manejar el abanico y otros instrumentos con los que amenizar sus historias.

Marionetas

Marionetas Las marionetas
Finalmente, este repaso a vista de pájaro por los diferentes géneros de teatro japonés no estaría completo sin mencionar el bunraku o teatro de marionetas: unas marionetas ataviadas con trajes similares a los actores de nō o de kabuki que, a través de sus graciosos movimientos, nos cuentan historias similares a las de esos dos géneros. Asimismo, las representaciones se acompañan de música instrumental tradicional.


Para manejar las marionetas de bunraku pueden llegar a ser necesarias hasta tres personas

Las marionetas miden alrededor de un metro de altura y para manejar a una se pueden llegar a necesitar hasta tres personas, cada una de las cuales controla el movimiento de una parte. Estas personas se visten de negro de la cabeza a los pies para pasar desapercibidos.

¿Sabías que...
...las mujeres también tienen algo (¡mucho!) que decir?
Porque si hay teatro exclusivamente para actores hombres, también lo hay exclusivamente para mujeres. Y si no, echad un vistazo a la famosa compañía de teatro de Takarazuka (prefectura de Hyōgo), peculiar donde las haya. ¿A quién se le ocurriría ponerse un lema como “Pureza, sinceridad y hermosura” para fomentar la figura de la devota esposa y madre? Un escándalo. Casi tanto como el maquillaje que llevan. Y sin embargo, la compañía Takarazuka goza de un prestigio sin par y cada año miles de estudiantes compiten por ser una de las 40 nuevas seleccionadas para empezar su formación en la compañía. Si demuestran tener talento, permanecerán en ella como profesionales y esperarán que una de las veteranas se retire a los 57 años para debutar en el escenario. A las mejores actrices de cada promoción se les adjudican los papeles masculinos.

Actualmente la compañía actúa en dos teatros: el tradicional, en la ciudad de Takarazuka y uno de reciente apertura (2001) en la capital, Tokio, emplazado en el lujoso barrio de Ginza. Las fans (mujeres, en su mayoría) se desviven por asistir a todos los estrenos e idolatran a sus actrices favoritas: todos los días, a la hora que empieza el ensayo, hileras de hormigas se desplazan nerviosas de la estación al teatro siguiendo, a una distancia prudente, a una de estas actrices - la hormiga reina.

El bunraku, como el kyōgen, se originó en Kansai en 1684, cuando Takemoto Gidayu abrió su teatro en Osaka y llegó a Tokio (entonces, Edo) a mediados del siglo siguiente. Tras más de cien años de declive, el bunraku está empezando a popularizarse de nuevo en nuestros días gracias a famosos marionetistas como Tamao Yoshida o Minosuke Yoshida.

teatro Kabuki

teatro Kabuki El kabuki
Tal vez el más conocido en occidente por los trajes coloridos y ostentosos que visten sus, por otro lado, exageradamente maquillados personajes, el kabuki se originó en el período Edo (1603-1868) como teatro popular, el de la gente de a pie. No en vano, las representaciones de kabuki tratan de temas atractivos para todos los públicos, las relaciones humanas (a menudo, el amor) o acontecimientos históricos conocidos por todos.


El extravagante maquillaje de los actores de kabuki siempre ha fascinado a los pintores

Sin embargo, el kabuki que tan popular era en sus inicios, tiene ahora una audiencia más selecta (tal vez contribuya el precio, entre los 2.520 y los 16.800 yenes una localidad en el Kabuki-za, uno de los más célebres de Tokio, en el barrio de Ginza). Si hablas japonés y asistes a una representación de kabuki, no te extrañe salir del teatro con la sensación de que o bien has olvidado todo lo aprendido, o bien los actores hablaban un idioma distinto y nadie te avisó: el lenguaje utilizado en las obras de kabuki es tan arcaico (y el tono en el que hablan, tan monótono) que incluso los japoneses tienen dificultades para entenderlo lo suficiente como para seguir el hilo argumental. El diálogo se ameniza con acordes de instrumentos tradicionales entre los que se encuentran el shamisen y el koto (ver Nihon kara 25). Los actores, desde que el shōgun Tokunaga prohibiera actuar a las mujeres y hasta nuestros días, son exclusivamente hombres. Por ello, algunos se especializan en papeles femeninos (onnagata) lo que no deja de añadirle curiosidad a la visita.

El escenario de kabuki es una plataforma rotatoria que cuenta, además, con elevadores y escaleras camufladas por los que aparecen y desaparecen los personajes. Además, el escenario se prolonga en un largo pasadizo llamado hanamichi que lleva directamente a la audiencia. De este modo, el público vive mucho más de cerca la acción de los personajes.

teatro Kabuki

teatro Kabuki El kabuki
Tal vez el más conocido en occidente por los trajes coloridos y ostentosos que visten sus, por otro lado, exageradamente maquillados personajes, el kabuki se originó en el período Edo (1603-1868) como teatro popular, el de la gente de a pie. No en vano, las representaciones de kabuki tratan de temas atractivos para todos los públicos, las relaciones humanas (a menudo, el amor) o acontecimientos históricos conocidos por todos.


El extravagante maquillaje de los actores de kabuki siempre ha fascinado a los pintores

Sin embargo, el kabuki que tan popular era en sus inicios, tiene ahora una audiencia más selecta (tal vez contribuya el precio, entre los 2.520 y los 16.800 yenes una localidad en el Kabuki-za, uno de los más célebres de Tokio, en el barrio de Ginza). Si hablas japonés y asistes a una representación de kabuki, no te extrañe salir del teatro con la sensación de que o bien has olvidado todo lo aprendido, o bien los actores hablaban un idioma distinto y nadie te avisó: el lenguaje utilizado en las obras de kabuki es tan arcaico (y el tono en el que hablan, tan monótono) que incluso los japoneses tienen dificultades para entenderlo lo suficiente como para seguir el hilo argumental. El diálogo se ameniza con acordes de instrumentos tradicionales entre los que se encuentran el shamisen y el koto (ver Nihon kara 25). Los actores, desde que el shōgun Tokunaga prohibiera actuar a las mujeres y hasta nuestros días, son exclusivamente hombres. Por ello, algunos se especializan en papeles femeninos (onnagata) lo que no deja de añadirle curiosidad a la visita.

El escenario de kabuki es una plataforma rotatoria que cuenta, además, con elevadores y escaleras camufladas por los que aparecen y desaparecen los personajes. Además, el escenario se prolonga en un largo pasadizo llamado hanamichi que lleva directamente a la audiencia. De este modo, el público vive mucho más de cerca la acción de los personajes.